Boletin 2002

Una Imagen para el recuerdo

El cartel anunciador de los actos a celebrar este año en el mes de octubre por la Cofradía del Rosario de Jaén, recoge una estampa única e irrepetible, a la par que desconocida por el pueblo jiennense. Se trata de una fotografía realizada por Pez en fecha anterior a 1936, y el rótulo que aparece en el enmarque nos localiza su estudio en la calle Martínez Molina nº 34 de nuestra capital. En el reverso de esta estampa aparece una reseña escrita a mano identificando la imagen como la de Ntra. Sra. del Rosario, e informando de su destrucción durante la contienda civil.

La sede de esta Cofradía y su Titular se encontraban en el Convento de la Purísima Concepción, en la popular calle Ancha, y fue allí en su capilla donde fue destruida junto a retablos y otras advocaciones y santos de la Orden Dominica; todas ellas según testimonio oral, de gran belleza, eran tallas de madera policromada y estofada.

La imagen de Ntra. Señora tal y como aparece en la fotografía, luce sobrevestida con un rico ajuar bordado en oro y sedas dispuesto de forma algo irregular. Este detalle junto a una melena larga tallada, poco usual en imágenes de candelero, nos permite pensar que se trataba de una talla completa unida a su base por una nube y cuatro ángeles, formando un grupo escultórico de gran belleza plástica.

Lo único que se conserva del conjunto que aparece retratado, son las pequeñas andas, actualmente utilizadas por la Cofradía de la Virgen Blanca; del resto de los enseres y ornamentos sólo queda el recuerdo de algunos elementos bastante deteriorados, olvidados en el antiguo convento.

Esta fotografía de gran calidad y buen estado de conservación, se convierte en el único testimonio gráfico del esplendor con el que la Cofradía del Rosario procesionaba en el primer tercio del Siglo XX, reflejando el hondo calado devocional de esta advocación entre el pueblo jiennense.

El cartel de este año desde el pasado más floreciente, nos invita a la contemplación y meditación de los Misterios del Rosario; y compromete a quienes tradicionalmente han dedicado esta letanía de alabanzas a la Madre de Dios a propagar su devoción entre las nuevas generaciones.

Bartolomé Castro Duro