Los comienzos

        Es un hecho, contrastado en los usos y costumbres de la liturgia y la piedad de los primeros siglos de la Iglesia, que la salutación del ángel Gabriel a María (el «Avemaría») ha sido uno de los fundamentos de la devoción eclesial a María. Si le añadimos la costumbre oriental, importada a occidente, de la repetición reiterada de oraciones y el uso litúrgico de recitar el Salterio, nos encontramos con los elementos que marcarán la aparición y desarrollo del Rosario.

        En los monasterios se solía recitar los 150 salmos en la Liturgia de las Horas, pero en el siglos V y posteriores no todos sabían latín, además los fieles que no eran sacerdotes ni monjes, al no poder seguir esta devoción (porque en su mayoría no sabía leer) se les enseñó una práctica más sencilla: la de recitar 150 avemarías. Esta devoción tomó el nombre de «el salterio de la Virgen».

        Otro elemento que a partir del Siglo XII se hace popular son los contadores de padrenuestros, que además se utilizó para contar avemarías.

        En cuanto a las tres partes iniciales de misterios del Rosario, su origen puede encontrarse en San Agustin, que divide los 150 salmos en tres partes, tantas como partes tiene la vida cristiana: la conversión o penitencia , la edad de la justicia o de la gracia  y la edad de la vida eterna .

        En un manuscrito de 1243 se encuentra por primera vez, según parece, la expresión Salterio de María, que el dominico Juan de Mailly emplea para designar explicitamente la recitación de tres cincuentenas de Avemarías.

        Y en un manuscrito de 1501 se encuentra la traza de los rasgos esquemáticos de lo que se puede denominar historia de la práctica del rosario, que se había iniciado entre los monjes benedictinos cistercienses, continuaría en ambientes cartujanos y llegaría a su perfección entre los dominicos.

        Los cistercienses pusieron en práctica el rezo de las tres cincuentenas de avemarías, los cartujos añaden clausulas al final del Avemaría, que a partir del añadido Jesús, añaden en cada decena las palabras que indican lo propio del misterio que se contempla. Los cartujos Adolfo de Esssen y Domingo de Prusia realizan una labor decisiva para propagar la oración vocal y mental, haciendo un verdadero método de vida espiritual.

        Y en pleno siglo XIII los primeros discípulos de Santo Domingo rezaban ya lo que podría considerarse como inicio de la actual estructura del Rosario: la meditación de los misterios de la redención y la recitación del Padrenuestro y el Avemaría.