Boletin 2003

Jaén. Ciudad Mariana

«Luces de la madrugada

que por las calles se asoma

con tañer de campanitas

y de plegarias sonoras…

Aún no ha pasado la noche

y en la ciudad silenciosa,

hay un son de melodías

que en el aire se evaporan,

como un perfume campestre

de deliciosos aromas…

«Dios te salve, Virgen pura,

Madre de Misericordia…»

Sobre la luz se encaraman

encendidas las estrofas,

que van volando a los cielos

como bandos de palomas…

Es la invitación que cantan

los cofrades de la Aurora,

para que la misa prima

los madrugadores oigan,

antes de salir al campo

o de principiar sus obras…»

El rey don Juan I donó en 1.382 su pala­cio, que antes había sido de los reyezuelos moros de Jaén, a la Orden de Predica­dores en el que se fundó el Real Convento de San­ta Catalina Mártir. En la Historia y Continuada Nobleza de la Ciudad de Jaén se dice que en este convento había una imagen de la Virgen del Rosa­rio, «por quien ha obrado Dios infinitos milagros».

Tenía esta imagen de vestir cuatro mantos de distintos colores y otras vestiduras, y recibía culto en un altar donde había una cruz embutida en ná­car, araña de cristal y dos espejos de marco dora­do. Poseía Cofradía propia ya existente en 1631, dirigida por los padres Dominicos, la cual sostuvo un pleito sobre prelación de lugar en los rosarios generales a los que concurrían otras hermandades, ganándolo ella por ser la más antigua.

No en vano los Dominicos de Jaén cuida­ron de mantener siempre viva la antorcha del rosa­rio, por lo que las calles de Jaén se ennoblecieron con las dulces palabras del Ave María, sobre todo en los meses de mayo y octubre, tan vinculados a la Virgen y a la devoción del rosario, muy protegida y alentada por el obispo D.Antonio de Brizuela y Salamanca que lo fue de esta diócesis en los años 1693 a 1708, siendo muy numerosas las cofradías marianas que sacaban rosarios de la aurora -o al toque de oraciones, cuando anochecía.

Otros dos conventos de monjas dominicas impulsaron la devoción a la Virgen del Rosario: los ya mencionados de Santa María de los Ángeles, sito en Maestra Baja, y el de la Concepción, en la Calle Ancha. En los dos se veneraban imágenes de nuestra señora del Rosario, y es este último se sacaba en procesión el día siete de octubre hasta hace unos treinta años. También en el Convento de la Merced había una imagen de María Santísima del Rosario, muy devota.

Pero quizá sea hoy en Jaén la imagen de la Virgen del Rosario – que se venera en el templo de San Andrés, la más antigua de todas las que se con­servan. Es de talla dorada y estofada, de tamaño natural y de muy hermoso semblante, así como el Niño que tiene en los brazos. Poseía cofradía pro­pia que se extinguió hace unos cuarenta años.

El Santo Rosario fue la devoción preferida y peculiar de otras muchas cofradías marianas de Jaén, que lo practicaban a diario. Veamos cuales eran algunas de éstas, las más significadas y tradi­cionales.

En la ermita de San Clemente se veneró des­de muy antiguo una bellísima imagen de talla policromada que parece ser de comienzos del siglo XVII, y que se compuso para vestirla, costumbre que hoy se sigue por la comunidad de religiosas de clausura establecida en el templo desde hace esca­sos años, perteneciente a la Orden de Esclavas del Santísimo Sacramento. Constituyose una herman­dad que le daba culto con el título de Nuestra Se­ñora de los Remedios, y fue muy asidua y devota en salir a la calle rezando el Santo Rosario, de modo que en tiempos del obispo don Antonio de Brizuela era la única cofradía que lo celebraba, de acuerdo con su Estatuto, que así lo prescribía en todos los días que fuera posible. Los Estatutos recibieron aprobación eclesiástica en 23 de mayo de 1713.

De San Bartolomé, salía la antigua cofradía de San Bartolomé, salía la antigua cofradía de Nuestra Señora de la Aurora, que alcanzó mucho esplendor y labró un precioso camarín, hoy ocupado por la Virgen del Carmen, con retablo dorado y altar privilegiado de ánimas por siete años (hasta 1754), el cual se inauguró el 27 de noviem­bre de 1718, después de un rosario general por las calles de Jaén, al que asistieron las demás cofradías análogas. En 1936 quedó destruida la imagen y se extinguió la Cofradía que en el siglo XIX había alcanzado importante resurgimiento y conseguidas numerosas indulgencias, siendo célebres sus rosa­rios de la aurora con mucho acompañamiento de faroles.

La Cofradía de Nuestra Señora del Sagrario se fundó en la parroquia de Santiago hacia 1680, con el único fin de rezar el rosario, reorganizándose en 1709, año en que «por la injuria de los tempora­les y temblores de tierra, varios devotos contribu­yeron a restaurar la iglesia, muy maltratada y levan­tar la cofradía. Le aprobaron sus Estatutos en 1712, y como no poseía estandarte, don Alonso Mazías dio uno muy rico de lana blanca, tejido brillante a base de hilos de oro o plata, que él tenía guardado con otros gallardetes que habían pertenecido a la cofradía de la Cena, que entonces se hallaba perdi­da. Fue gobernador de la Cofradía y Rosario de Nuestra Señora del Sagrario, en el año de 1742, don Vicente de Quesada y Salazar, conde del Donadío.

En la parroquia de San Lorenzo estaba fun­dada la Cofradía del Santísimo Rosario de Nuestra Señora del Triunfo, de gran prestigio, que tenía bó­veda en la que se enterraban sus cofrades. Ya exis­tía en el año de 1654, y en 1684, por testamento otorgado en 27 de mayo por doña Mariana de la Cueva, mujer que fue de Diego Vera y Guzmán, se dio «al Santuario e imagen de Nuestra Señora del Triunfo, sita en la parroquia de Señor San Loren­zo, un vestido de raso color de avispa con puntas de humo, que tengo», para que hiciesen un manto o túnica a la Virgen de su devoción.

En la parroquia de Santa Cruz, primitiva sinagoga y luego quemadero de la Inquisi­ción, donde se hacían los autos de fe, se veneró una imagen llamada Nuestra Señora de Santa Cruz, que sacaba un devoto rosario. La iglesia se arruinó y el solar fue englobado en el recinto del Convento de Santa Clara.

La Cofradía de Nuestra Señora de la En­carnación y San Juan Evangelista que daba culto a una hermosa imagen de la Virgen, con anteriori­dad a 1590. Hacia 1741 sostuvo un enconado plei­to con las cofradías de la Virgen del Sagrario, de los Remedios y del Triunfo, sobre prelación en los rosarios de la Aurora, ya que ella sacaba uno muy lucido.

Poseía una buena capilla de su propiedad en la parroquia de San Juan Bautista.

La iglesia parroquial de San Miguel, tam­bién, desaparecida, era albergue de Nuestra Seño­ra del Socorro, con una cofradía y rosario que ya era importante en 1730. La imagen de talla, policromada y dorada con sumo gusto, al derruirse el templo de San Miguel, pasó al de San Pedro y después a San Juan. Bautista, donde se conserva y se le venera.

Otros rosarios que salían en el siglo XVIII eran los de Nuestra Señora de la Victoria, venera­da en la parroquia de Santa María Magdalena; el de la Virgen del Buen Suceso, que se trasladó del Hos­pital de la Misericordia a la parroquia del Apóstol San Pedro; el de Nuestra Señora de Alba, sita en la Compañía de Jesús; los de las cofradías de la Vir­gen del Carmen del Convento de la Coronada y el de Nuestra Señora de la Capilla, de San Ildefonso, que tuvo su Cofradía conocida con el nombre de “Cofradía de los Faroles”, por los muchos y muy hermosos que sacaba en el rosario de San Bernabé, al anochecer del día 10 de junio de cada año.

Rafael Ortega Sagrista 

«Luces de la madrugada

que por las calles se asoma

con tañer de campanitas

y de plegarias sonoras…

Aún no ha pasado la noche

y en la ciudad silenciosa,

hay un son de melodías

que en el aire se evaporan,

como un perfume campestre

de deliciosos aromas…

 

«Dios te salve, Virgen pura,

Madre de Misericordia…»

 

Sobre la luz se encaraman

encendidas las estrofas,

que van volando a los cielos

como bandos de palomas…

Es la invitación que cantan

los cofrades de la Aurora,

para que la misa prima

los madrugadores oigan,

antes de salir al campo

o de principiar sus obras…»

 

El rey don Juan I donó en 1.382 su pala­cio, que antes había sido de los reyezuelos moros de Jaén, a la Orden de Predica­dores en el que se fundó el Real Convento de San­ta Catalina Mártir. En la Historia y Continuada Nobleza de la Ciudad de Jaén se dice que en este convento había una imagen de la Virgen del Rosa­rio, «por quien ha obrado Dios infinitos milagros».

Tenía esta imagen de vestir cuatro mantos de distintos colores y otras vestiduras, y recibía culto en un altar donde había una cruz embutida en ná­car, araña de cristal y dos espejos de marco dora­do. Poseía Cofradía propia ya existente en 1631, dirigida por los padres Dominicos, la cual sostuvo un pleito sobre prelación de lugar en los rosarios generales a los que concurrían otras hermandades, ganándolo ella por ser la más antigua.

No en vano los Dominicos de Jaén cuida­ron de mantener siempre viva la antorcha del rosa­rio, por lo que las calles de Jaén se ennoblecieron con las dulces palabras del Ave María, sobre todo en los meses de mayo y octubre, tan vinculados a la Virgen y a la devoción del rosario, muy protegida y alentada por el obispo D.Antonio de Brizuela y Salamanca que lo fue de esta diócesis en los años 1693 a 1708, siendo muy numerosas las cofradías marianas que sacaban rosarios de la aurora -o al toque de oraciones, cuando anochecía.

 

Otros dos conventos de monjas dominicas impulsaron la devoción a la Virgen del Rosario: los ya mencionados de Santa María de los Ángeles, sito en Maestra Baja, y el de la Concepción, en la Calle Ancha. En los dos se veneraban imágenes de nuestra señora del Rosario, y es este último se sacaba en procesión el día siete de octubre hasta hace unos treinta años. También en el Convento de la Merced había una imagen de María Santísima del Rosario, muy devota.

Pero quizá sea hoy en Jaén la imagen de la Virgen del Rosario – que se venera en el templo de San Andrés, la más antigua de todas las que se con­servan. Es de talla dorada y estofada, de tamaño natural y de muy hermoso semblante, así como el Niño que tiene en los brazos. Poseía cofradía pro­pia que se extinguió hace unos cuarenta años.

 

El Santo Rosario fue la devoción preferida y peculiar de otras muchas cofradías marianas de Jaén, que lo practicaban a diario. Veamos cuales eran algunas de éstas, las más significadas y tradi­cionales.

En la ermita de San Clemente se veneró des­de muy antiguo una bellísima imagen de talla policromada que parece ser de comienzos del siglo XVII, y que se compuso para vestirla, costumbre que hoy se sigue por la comunidad de religiosas de clausura establecida en el templo desde hace esca­sos años, perteneciente a la Orden de Esclavas del Santísimo Sacramento. Constituyose una herman­dad que le daba culto con el título de Nuestra Se­ñora de los Remedios, y fue muy asidua y devota en salir a la calle rezando el Santo Rosario, de modo que en tiempos del obispo don Antonio de Brizuela era la única cofradía que lo celebraba, de acuerdo con su Estatuto, que así lo prescribía en todos los días que fuera posible. Los Estatutos recibieron aprobación eclesiástica en 23 de mayo de 1713.

 

De San Bartolomé, salía la antigua cofradía de San Bartolomé, salía la antigua cofradía de Nuestra Señora de la Aurora, que alcanzó mucho esplendor y labró un precioso camarín, hoy ocupado por la Virgen del Carmen, con retablo dorado y altar privilegiado de ánimas por siete años (hasta 1754), el cual se inauguró el 27 de noviem­bre de 1718, después de un rosario general por las calles de Jaén, al que asistieron las demás cofradías análogas. En 1936 quedó destruida la imagen y se extinguió la Cofradía que en el siglo XIX había alcanzado importante resurgimiento y conseguidas numerosas indulgencias, siendo célebres sus rosa­rios de la aurora con mucho acompañamiento de faroles.

La Cofradía de Nuestra Señora del Sagrario se fundó en la parroquia de Santiago hacia 1680, con el único fin de rezar el rosario, reorganizándose en 1709, año en que «por la injuria de los tempora­les y temblores de tierra, varios devotos contribu­yeron a restaurar la iglesia, muy maltratada y levan­tar la cofradía. Le aprobaron sus Estatutos en 1712, y como no poseía estandarte, don Alonso Mazías dio uno muy rico de lana blanca, tejido brillante a base de hilos de oro o plata, que él tenía guardado con otros gallardetes que habían pertenecido a la cofradía de la Cena, que entonces se hallaba perdi­da. Fue gobernador de la Cofradía y Rosario de Nuestra Señora del Sagrario, en el año de 1742, don Vicente de Quesada y Salazar, conde del Donadío.

En la parroquia de San Lorenzo estaba fun­dada la Cofradía del Santísimo Rosario de Nuestra Señora del Triunfo, de gran prestigio, que tenía bó­veda en la que se enterraban sus cofrades. Ya exis­tía en el año de 1654, y en 1684, por testamento otorgado en 27 de mayo por doña Mariana de la Cueva, mujer que fue de Diego Vera y Guzmán, se dio «al Santuario e imagen de Nuestra Señora del Triunfo, sita en la parroquia de Señor San Loren­zo, un vestido de raso color de avispa con puntas de humo, que tengo», para que hiciesen un manto o túnica a la Virgen de su devoción.

En la parroquia de Santa Cruz, primitiva sinagoga y luego quemadero de la Inquisi­ción, donde se hacían los autos de fe, se veneró una imagen llamada Nuestra Señora de Santa Cruz, que sacaba un devoto rosario. La iglesia se arruinó y el solar fue englobado en el recinto del Convento de Santa Clara.

 

La Cofradía de Nuestra Señora de la En­carnación y San Juan Evangelista que daba culto a una hermosa imagen de la Virgen, con anteriori­dad a 1590. Hacia 1741 sostuvo un enconado plei­to con las cofradías de la Virgen del Sagrario, de los Remedios y del Triunfo, sobre prelación en los rosarios de la Aurora, ya que ella sacaba uno muy lucido.

Poseía una buena capilla de su propiedad en la parroquia de San Juan Bautista.

 

La iglesia parroquial de San Miguel, tam­bién, desaparecida, era albergue de Nuestra Seño­ra del Socorro, con una cofradía y rosario que ya era importante en 1730. La imagen de talla, policromada y dorada con sumo gusto, al derruirse el templo de San Miguel, pasó al de San Pedro y después a San Juan. Bautista, donde se conserva y se le venera.

 

Otros rosarios que salían en el siglo XVIII eran los de Nuestra Señora de la Victoria, venera­da en la parroquia de Santa María Magdalena; el de la Virgen del Buen Suceso, que se trasladó del Hos­pital de la Misericordia a la parroquia del Apóstol San Pedro; el de Nuestra Señora de Alba, sita en la Compañía de Jesús; los de las cofradías de la Vir­gen del Carmen del Convento de la Coronada y el de Nuestra Señora de la Capilla, de San Ildefonso, que tuvo su Cofradía conocida con el nombre de “Cofradía de los Faroles”, por los muchos y muy hermosos que sacaba en el rosario de San Bernabé, al anochecer del día 10 de junio de cada año.

 

Rafael Ortega Sagrista