Boletin 2006

Triduo 2006. Dia 1

MARIA, SEÑORA DEL SILENCIO”

 

1.- INVOCACIÓN INICIAL

 

Lector: En el nombre del Padre, del Hijo….

            Dios mío, ven en mi auxilio

Todos: Señor, date prisa en socorrerme.

Lector: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Todos: Como era en un principio ahora y siempre por los siglos  

            de los siglos. AMEN.

Lector: ORACIÓN: Señor, purifica mis labios y mi corazón, para

                                 que pueda dar gloria a tu nombre, al bendecir  

                                 y ensalzar a la Virgen Maria, Madre de Jesús

                                 y Madre nuestra. AMEN.

2.- SALUDO

 

Lector: ¡Dios te salve! ¡Cuánto se alegra mi alma, amantísima

            Virgen del Rosario, con los dulces recuerdos que en mí

            despierta esta salutación. Se llena de gozo mi corazón al

            decirte: “Ave Maria”.

 

Todos: ¡DIOS TE SALVE! MADRE DEL ROSARIO.

 

Lector: ¡María! Dígnate, amabilísima Madre, sellar con tu 

             nombre el memorial de las súplicas nuestras, y danos el

             consuelo de que lo atienda benignamente tu Hijo

             Jesucristo.

 

Todos: ¡DIOS TE SALVE! MADRE DEL ROSARIO!

 

Lector: ¡Llena eres de gracia! Dulce Virgen del Rosario, Madre

            de Dios, a tus pies se presenta desnuda mi pobre alma,

            pidiendo la gracia y amor de Dios, con el que tú fuiste

            enriquecida llena de virtud, llena de santidad y llena de

            gracia.

Todos: ¡DIOS TE SALVE! MADRE DEL ROSARIO!

 

Lector: ¡Oh Madre y clementísima Virgen del Rosario! Tú que

             plantaste en la iglesia, por medio de tu Hijo Domingo, el

             Santo Rosario, haz que abracemos nosotros tus hijos tu

             santa devoción y gocemos su verdadero espíritu, para que

             aquellas místicas rosas sean en nuestros labios y corazón,

             oración perfecta para los pecadores y aumento de gracia 

             para los justos. Por Jesucristo nuestro Señor. AMEN.

3.- lectura meditativa

 

“Su Madre guardaba todas estas cosas en su corazón” (lc 2, 51)

La Virgen fue una mujer que vivió en el silencio, porque lo guardó siempre. Maria vivía su silencio; cumplió su misión, hizo todo lo que debía, habló poco, casi nada. Debió ser una muchacha corriente, humilde y sencilla, trabajadora, obediente, sin destacar ni sobresalir en nada, recogida en su hogar y realizando sus obligaciones diarias.

Recibió en silencio el anuncio personal del sorpresivo misterio de la Encarnación. No lo dijo a nadie, ni siquiera a su esposo, aunque para él fuera un asunto de importancia, ante lo que se veía comprometido, por la posible infidelidad. La Virgen guardó en silencio su embarazo, no dijo a nadie que el que iba a dar a luz era nada menos que el Mesías. Amigos y vecinos la habrían felicitado, todos le hubieran dado entonces el mejor cobijo en sus humildes casas y parabienes. No sabemos nada de su vida en Nazaret. Aunque el no saber nada es saberlo todo. Es saber que era la hija, la esposa y la madre ideal, perfecta mujer y entregada a su familia.

Un día, su hijo Jesús rompió el silencio de su vida privada y se fue a predicar por los pueblos una Buena Noticia que hizo conectar con las gentes convirtiéndose así en el judío más popular, y grandes multitudes le seguían. Y María se quedó en casa, sumergida en el sagrado silencio de su vida, mientras, Él recorrería Palestina y ascendía en fama y gloria y sus seguidores se acordaban, el gentío y las sencillas voces populares preguntaban por su madre y glorificaban los pechos que lo amamantaron. Ella no estaba allí, estaba recogida en su casa de Nazaret meditando en silencio las maravillas que Dios había hecho en torno a su persona irrelevante: “porque ha mirado la humillación de su esclava, desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones”

 

Y su silencio más impresionante llegó; el sigilo más lacerante se presentó en el filo de la espada, anunciada, del Calvario. Silenciosa y de pie ante su Hijo vejado, colgado en la agonía, traspasado por la infidelidad, sin proferir ni siquiera una palabra de dolor o de condena, sin rasgar el impresionante silencio de la muerte con un gemido herido o un lamento desgarrador del corazón sangrante de una madre que llora, calla y sufre. El mejor sermón es el que no se predica, el que se lleva en el alma, el que se practica en el secreto cumplimiento del deber.

Sepamos hablar con el ejemplo de nuestra vida, con el gesto silencioso, que hace en cada momento simplemente lo que hay que hacer, sin alardes, sin aclamaciones, sin voceríos, pues la razón y la perfección no está en los que gritan, sino en los que cumplen silenciosamente con el deber diario, y cumplen la voluntad del Padre, al estilo de nuestra Madre María.

4.- REFLEXION PERSONAL

 

   Oramos en silencio, pidiendo interiormente aquellas gracias, favores o necesidades que deseamos alcanzar por la intercesión de nuestra Madre la Virgen del Rosario.

 

 

5.- PLEGARIA

 

Lector: Virgen Maria del Rosario, señora del silencio. Tus  

             silencios son tus mejores enseñanzas, son silencios que

             gritan que se clavan dentro. Enséñanos a saber callar.

Todos: MADRE DEL SILENCIO, INTERCEDE POR

             NOSOTROS ANTE JESUS. ( se reza el Ave Maria)

Lector: Enséñanos a callar, pues el que mejor habla es el que

             mejor calla. Enséñanos a meditar todas las cosas en lo

             más profundo de nuestro corazón, como lo hacías Tú.

Todos: MADRE DEL SILENCIO, INTERCEDE POR

             NOSOTROS ANTE JESUS. ( se reza el Ave Maria)

 

Lector: María tú no has pasado a la historia por tus discursos

            grandilocuentes, sino por tus impresionantes y

            sobrecogedores silencios, por tu prudencia, sobriedad y

            parquedad que dicen y nos enseñan mucho más que tanta

            palabrería vacía y sin profundidad.  

Todos: MADRE DEL SILENCIO, INTERCEDE POR

             NOSOTROS ANTE JESUS. ( se reza el Ave Maria)

 

 

 

 

 

 

6.- ORACIÓN FINAL

 

Maria,  Madre del silencio, tesoro de calma y serenidad, te amamos por tu rostro lleno de luz, por tu mirada llena de ternura, por lo profundo de tus palabras silenciosas, por tu transparente disponibilidad. Que en nuestras tareas cotidianas nos abras a lo profundo de las cosas que no se ven, nos ilumines con tu luz transparente, nos ensanches el corazón con el amor y la verdad de lo que es importante, nos contagies de tu disponibilidad ante las sorpresas de Dios. Madre del silencio, Reina del Rosario, enséñanos a callar, enséñanos a contemplar. Por Jesucristo nuestro Señor. AMEN.

 

REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO.

Ruega por nosotros.

CANTO DEL HIMNO DEL ROSARIO.