Triduo 2009. Dia 2
“MARIA y la EUCARISTIA”
1.- INVOCACIÓN INICIAL
Lector: En el nombre del Padre, del Hijo….
Dios mío, ven en mi auxilio
Todos: Señor, date prisa en socorrerme.
Lector: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Todos: Como era en un principio ahora y siempre por los siglos
de los siglos. AMEN.
Lector: ORACIÓN: Señor, purifica mis labios y mi corazón, para
que pueda dar gloria a tu nombre, al bendecir
y ensalzar a la Virgen Maria, Madre tuya
y Madre nuestra. AMEN.
2.- SALUDO
Lector: La Eucaristía renueva la Pascua de Cristo, su Pasión,
Muerte y Resurrección. María, la Corredentora, está
asociada a la Pascua de Cristo. Nadie como ella vivió el
misterio Pascual tan unida a Cristo.
Todos: ¡MARIA llévanos de tu MANO HASTA TU HIJO
jesus, EUCARISTIA.!
Lector: Siempre que participamos en el Sacrificio del altar,
encontramos a María al lado de la cruz. Nadie mejor que
ella nos puede introducir en el misterio eucarístico, pues
nadie como Ella se identificó con los sentimientos que
animaban a Cristo en su ofrecimiento del Padre.
Todos: ¡MARIA llévanos de tu MANO HASTA TU HIJO
jesus, EUCARISTIA.!
Lector: María, Virgen del Rosario, madre del cuerpo místico,
ayúdanos a descubrir siempre que nos acerquemos a la
mesa del altar, a tu Hijo, el Cristo vivo, hecho alimento y
pan de vida para todos nosotros.
Todos: ¡MARIA llévanos de tu MANO HASTA TU HIJO
jesus, EUCARISTIA.!
3.- lectura meditativa
María es Madre de la Iglesia por ser Madre de Cristo, por haberle dado la carne y la sangre; esa carne y esa sangre que en la Cruz se ofrecieron en sacrificio y se hacen presente en la eucaristía. Este es el aspecto más inmediatamente perceptible de aquella relación profunda de la Virgen con el misterio eucarístico, tradicionalmente contemplado desde la antigüedad. La madre del Señor es modelo, por lo que tenemos que imitar ante todo su fe y su amor, en la Anunciación y en la Visitación a Isabel, donde María realmente tabernáculo vivo de Cristo, en el Calvario, y más allá, cuando recibió la comunión eucarística de manos de los Apóstoles. Una fe y un amor que como en el Magníficat se desbordan en alabanza y acción de gracias.
Ante el anuncio del ángel, el “fiat” pronunciado por María fue un acto de fe plena: de confianza en Dios, de asentimiento intelectual a la verdad misteriosa que le era anunciada, y de completa entrega de su persona a Dios, con ese “fiat”, la Virgen acogía en su seno al verbo eterno, dándole ella su carne y su sangre. ¡Que modelo para lo que debe ser acoger al Hijo de Dios en nosotros cuando recibimos la comunión eucarística!
Considerar la fe de María como modelo de fe eucarística, nos lleva necesariamente a contemplarla al pie de la Cruz de su Hijo, ya que el sacrificio de la eucaristía es el memorial sacramental que hace presente el sacrificio del Calvario. En realidad, como escribe Juan Pablo II, María con toda su vida junto a Cristo, y no solamente en el Calvario, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Cuando llevó al Niño Jesús al templo de Jerusalén para presentarle al Señor, oyó anunciar al anciano Simeón que aquel Niño sería señal de contradicción, y también que una espada traspasaría su propia alma. Se preanunciaba así el drama del Hijo crucificado, y en cierto modo, se prefiguraba el stabat Mater de la virgen al pie de la cruz. Preparándose día a día para el calvario, María vive una experiencia de eucaristía anticipada, se podría decir, una comunión espiritual de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión, y se manifestará después, en el periodo postpascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los apóstoles, como memorial de la pasión.
En cada eucaristía María nos vuelve a dar a su Hijo para alimentarnos. Junto al corazón de su Hijo, palpita el corazón de la Madre. Por tanto, en cada misa experimentamos, la presencia de Cristo y de María. La presencia de la virgen en la eucaristía es una presencia espiritual que sentimos en el alma, pues es Ella quien nos ofrece el cuerpo de su Hijo, ya que en cada misa nace, muere y resucita su Hijo por la salvación de los hombres y la glorificación de su Padre.
4.- REFLEXION PERSONAL
Oramos en silencio, pidiendo interiormente aquellas gracias, favores o necesidades que deseamos alcanzar por medio de nuestra Madre la Virgen del Rosario.
5.- PLEGARIA
Lector: Para que nos acerquemos a Cristo presente en el altar,
conducidos y guiados siempre de tu mano, Virgen del
Rosario.
Todos: RUEGA POR NOSOTROS A TU HIJO.
(se reza Ave María)
Lector: Para que unamos en nuestras vidas el amor de Cristo
eucaristía, con un amor filial hacia Ti
Todos: RUEGA POR NOSOTROS A TU HIJO.
(se reza Ave María)
Lector: Para que cada celebración de la Eucaristía, nos ayude a
vivir cada día más unidos entre sí, y nos ayude a producir
en cada uno de nosotros frutos de santidad.
Todos: RUEGA POR NOSOTROS A TU HIJO.
(se reza Ave María)
6.- ORACIÓN FINAL
Haz Señor, que por la intercesión de tu Madre, la Virgen del Rosario, recibamos dignamente tu Cuerpo y Sangre, a fin de que se convierta para nosotros en alimento de salvación. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. AMEN.
REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO.
Ruega por nosotros.
CANTO DEL HIMNO DEL ROSARIO.