Boletin 2010

Riqueza espiritual de las Letanías Marianas

Sobre las letanías, que como plegaria complementaria, se añade al rezo del Santo Rosario, existen algunas ambigüedades e incluso añadimos errores que conviene corregir. La primera aclaración es que las letanías no forman parte esencial del Rosario, sino que la piedad popular fue tejiendo esta forma de orar como bellísima guirnalda, enriqueciendo o completando la practica de la devoción rosariana. Se invoca en el rezo titánico la infinita misericordia de la Santísima Trinidad, se alaba a Nuestra Señora con una abundante variedad de títulos y advocaciones haciendo valer su poderosa intercesión y se termina con una corta plegaria.

            Es un error pensar que sin las Letanías el Rosario pierde o disminuye su valor, como también resulta equivocado pensar que hay una sola forma de Letanías marianas, que son las que habitualmente usamos. En el reducido espacio de este artículo ofrecemos algunos datos históricos sobre las mas antiguas letanías, exponiendo el carácter y contendido de las nuevas, y mostrando que el rezo litánico constituye una forma selecta de orar a María. Perdone el lector la obligada brevedad con que tratamos el tema.

I.                    Algunos datos históricos

La historia del origen y desarrollo de las letanías marianas es muy compleja, y diferentes aspectos no han sido todavía estudiados a fondo. Queda mucho por dilucidar todavía a juicio del eximo mariólogo G. Bessutti a quien seguimos en este punto. Es cierto históricamente que, desde fines del S. XVI, se impuso el rezo de las letanías llamadas Lauretanas, pero con anterioridad se usaron formularios muy variados. La dificultad de elaborar una historia precisa de la Letanías compuestas en honor de la Virgen se debe al hecho de que muchos textos permanecen todavía manuscritos y los libros incunables impresos no resultan de fácil consulta por la escasez de ejemplares.

      Los estudiosos e investigadores de la oración litánica están de acuerdo en que las Letanías del Virgen derivan de las letanías de los Santos. Como oración de súplica se han visto vestigios en el texto paulino de 1ª Tim 2, 1-3, y en algunos textos de los Padres Apostólicos, estando presentes en la Misa antes del Ofertorio ya desde el S.IV. Junto a estas Letanías de súplica se hallan las llamadas de invocación, que según los expertos tienen en sus raíces en circunstancias similares, Respecto a las Letanías de los Santos el testimonio mas antiguo de invocación colectiva de los bienaventurados se encuentran en un texto griego del Asia Menor que se remonta al S. V.

      La estructura básica que hoy presentan las Letanías de los Santos parece que se fijó en el S.VIII. Las Letanías de los Santos no son, en efecto una serie de alabanzas, sino de invocaciones y deprecaciones. Se presentan subdivididas en dos grandes partes. La primera comprende una serie de invocaciones a Dios, a la Virgen y a los Santos. La segunda está reservada para una serie o selección de peticiones más específica dirigidas al Señor. Estas fórmulas de oración tenían carácter popular y se usaban en las procesiones penitenciales, en la vigilia pascual, en las ordenaciones y oraciones por los enfermos y moribundos, así como en las rogativas, fiestas populares y otras ocasiones.

      Los monjes irlandeses contribuyeron a su difusión en el continente europeo. Son diversos los textos de las Letanías. Puede afirmarse que con frecuencia cada catedral y cada abadía utilizaban formularios propios. Aunque normalmente esta Letanías se redactaban en prosa, no faltan algunas compuestas con rima poética.

II.                 Letanías mas antiguas de la Virgen

Comienzan a surgir a partir del S.XIII. El proceso de este desarrollo, según los historiadores de la Liturgia, se explica por la multiplicación en las Letanías de los Santos de títulos tributados a la Virgen María, de forma análoga a lo que había ya ocurrido con las invocaciones de Cristo. Nacen así las Letanías Marianas autónomas que Meersserman clasifica en cuatro tipos: las Letanías Venecianas, las Lauretanas, las Deprecativas y las de Maguncia. Sólo las Letanías Lauretanas alcanzaron gran difusión aunque sus fases evolutivas fueron múltiples. Digamos unas palabras sobre las demás.

Las ‘Venecianas’ llamadas así por la Basílica de S. Marcos, constaban de 42 invocaciones a la Virgen. El texto se desarrolla fundamentalmente sobre los títulos marianos de “Madre y Virgen”. Estuvieron vigentes hasta 1820.

Las Letanías “Deprecatorias” enumeraban un elenco de elogios a la Virgen María con la invocación repetida de “Ora pro nobis” o “ruega por nosotros”. La invocación final de todos estos títulos es un “intercede pro me” o “intercede por mí”. Se formula así una serie de elogios a la Virgen en superlativo que recuerdan su triunfo celeste con breves fórmulas laudativas. En una segunda parte se cambia de tono y a los verbos “laudo” (alabo) y “adoro” (venero) se añade la motivación respectiva.

Las Letanías de “Maguncia” fueron consideradas durante mucho tiempo como el ejemplo más antiguo de Letanía mariana. Están atestiguadas por un códice de origen cartujano del S.XII, y se trata de una compilación para uso estrictamente privado. Por su estructura y longitud no se hacían aptas para la oración pública.

Prevalecen pues las Letanías Lauretanas cuyo origen es bien conocido. Hacia finales del S.VXI , los fieles que peregrinaban a la Casa de Loreto solían cantar deprecaciones marianas que se propagaron y se impusieron en las Iglesias de Occidente. Su desarrollo no está ligado al Santuario y el texto adoptado adolece de numerosas alteraciones y omisiones. Su estructura es la siguiente: se comienza con las invocaciones tomadas de las Letanías de los Santos. Después, María es concebida y considerada como Madre (4-14) y Maestra (15-18), pasando a invocar a María como Virgen (19-26). A continuación sigue una serie de títulos simbólicos de origen fundamentalmente bíblico (27-53), y finalmente, se resalta la apoteosis de María, Reina de cuantos están en el cielo (54-66). Los diversos títulos tributados a María derivan de textos litúrgicos de autores contemporáneos, y de otras fuentes homiléticas medievales.

En conjunto, las letanías Lauretanas destacan por su sencillez verbal, densidad de doctrina y equilibrio oracional que se han granjeado el aprecio y predilección de la piedad popular.

III.               Nuevas letanías

Las Letanías antiguas, y en especial las Lauretanas, contienen una serie de títulos e invocaciones a María Madre de Dios muy ricos en contenido espiritual, a manera de una síntesis de pensamiento del Pueblo de Dios a quién le gusta repetir las alabanzas de la Virgen por considerarla eficaz Mediadora. Como se ha dicho con acierto responden a la cultura contemporánea así como a las necesidades espirituales y temporales de la época en que fueron redactadas y compiladas. Tras el Concilio Vaticano II y aprovechando la rica aportación doctrinal del capítulo VIII de ‘Lumen Gentium’, y de otros valiosos comentarios del magisterio postconciliar, así como la importante exhortación “Marialis Cultus” del Papa Pablo VI, han surgido nuevas Letanías entre las que conviene mencionar las tres siguientes: a) Letanías del Corazón de la Virgen; b) Letanías Bíblicas; c) Letanías del Pueblo de Dios.

            Revisten especial interés las segundas porque han sido adoptadas por la Liturgia para recitarlas en el rito de Coronación Canónica de diversas imágenes de la Virgen. Se recogen en ellas numerosas advocaciones tomadas de fuentes bíblicas y litúrgicas al mismo tiempo que aprovecha las principales advocaciones de hondo calado bíblico, patrístico y dogmático que se registran en las Letanías Lauretanas. Se muestra tan densa en sus contenidos doctrinales como bellamente lírica en sus particulares peticiones.

            Los fieles pueden rezarla saboreando la gran riqueza espiritual que encierran. En las llamadas Letanías del Pueblo de Dios los títulos y advocaciones revisten preferente carácter ascético y pastoral con particular atractivo. Si en las Letanías de la Coronación de Imágenes resaltan advocaciones como ‘Discípula perfecta de Cristo, Imagen purísima de la Iglesia, Mujer nueva, Mujer vestida de sol, Mujer coronada de estrella, …’, en las Letanías del Pueblo de Dios se subraya la maternidad espiritual al invocarla como ‘Madre de la Iglesia, Madre de la Unidad, Madre de las Misiones, Madre de los sacerdotes, Madre de la vida consagrada, Madre de la familia, Madre de todos los hombres,…’

            Podemos afirmar que estas dos nuevas Letanías y las que puedan surgir en adelante miran no sólo los privilegios y “primacías” que ostenta Nuestra Señora en la Historia de la Salvación y en la vida de la Iglesia, sino a sus ejemplares funciones como Maestra, Modelo y Guía para todo el pueblo cristiano. Citemos algunas:”Hermana nuestra, ejemplar modelo de todos los creyentes, Madre fiel, Virgen emigrante, Virgen comprensiva, Abierta a los dolores de los demás, Fuerza de los débiles, Primera Cristiana”. Conviene advertir que en las distintas letanías hay elementos comunes al principio y al final. Porque al iniciarse el rezo se repite el “Señor, ten piedad” y Cristo, Ten piedad” invocando a la Trinidad. Al final se repite por tres veces el “Cordero de Dios que quitas el pecado del Mundo”. La invocación final es idéntica:”Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de las promesas de Cristo”.

            Estos elementos comunes y la inclusión de varias peticiones principales en todas las letanías, le confieren un sello especial inconfundible, no obstante sus diferencias específicas.

IV.              Oración litánica mariana

La Iglesia ha velado siempre por la pureza doctrinal de las diversas letanías que permanecieron siempre en el ámbito de la propiedad privada. Se ora como se cree y por eso el Magisterio cuidó de que el modo de orar del Pueblo de Dios respondiera nítidamente a la fe profesada. La Congregación para el Culto Divino al aprobar el “Ordo coronandi imaginem BMV” sentó la firme base doctrinal sobre las letanías, ya que el rito de la coronación concluye con una súplica donde lata el corazón de las verdaderas y auténticas Letanías Marianas. El esquema de las advocaciones es totalmente independiente de las anteriores, pero marca un criterio unificador dentro de su peculiar enfoque.

Surge aquí una pregunta: ¿Como aprovechar las Letanías que solemos rezar con tanta frecuencia, es decir, las conocidas como Lauretanas? No siendo parte integrante del Rosario pueden rezarse aparte como una oración autónoma mariana. Sugerimos varias mane­ras.

a)      Redescubrimiento de su gran valor oracional.

Hablar de la oración maria­na hoy, significa darse cuenta de las sucesivas alternativas históricas del culto a la Virgen. Si hubo algunos excesos en el Medievo y tiempos posterio­res, el Vaticano II después de afirmar la plena legitimidad del culto mariano ha querido conectar la devoción a nuestra señora con sus fecundas fuentes litúrgicas donde aparece siempre indisolublemente unida al culto de los mis­terios cristológico-trinitarios. Quede en pie el primado del culto litúrgico sobre las devociones privadas. El Concilio ha recordado que es preciso abs­tenerse de toda falsa exageración como también de una estrechez de espíritu en el culto de la Madre de Dios (LG,67). Y se entiende por qué el Pueblo, de Dios continúa haciendo de la oración y de la devoción a la Virgen uno de los puntos mas relevantes de la espiritualidad cristiana, por tanto, lo primero para orar con las Letanías es tomar conciencia de que toda nuestra devo­ción a la Virgen ha de enmarcarse en una perspectiva trinitario-cristológica como sierva de Dios Unitrino y Madre del Verbo Encarnado.

b)      Meditación de títulos y advocaciones.

Cada uno de ellos encierra una verdad de fe o una enseñanza doctrinal de la Iglesia a como depositaria e Interprete de la Revelación. Quien medite detenidamente y saboree estas advoca­ciones con piadosa atención, irá conociendo, amando y sirviendo, cada vez mejor, a la Santísima Virgen, disponiéndose a estrechar con mayor intimidad las relaciones filiales para con Ella. Si muchos cristianos se conforman con una devoción superficial o meramente sentimental no son capaces de valorar su condi­ción de discípulos de Cristo ni su filiación sobrenatural para con María, nuestra Madre en el orden de la gracia. Ella es Maestra, Guía y Modelo de nuestra vida cristiana y esta empeñada en ayudarnos a santificarnos si nosotros no podemos trabas. Es necesario entender bien -a la luz del Evangelio- y de la Doctrina Católica los títulos dogmáticos de María: Inmaculada Concepción, divina maternidad, perpetua virginidad y gloriosa Asunción. Ostenta además otros títulos que no siendo dogmas de fe constituyen doctrina católica segura sobre la Virgen María. Meditar estos títulos supone entrar y penetrar en el dulce misterio de María.

c)      Sólida espiritualidad mariana.

Rezar con las Letanías nos conducirá sua­vemente a una vida de entrañable intimidad con Nuestra Madre, la Virgen María que, como ya advirtió san Luis de Montfort, consiste en “hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María” . Aspirar a vivir este denso programa es sin duda el mayor y mejor fruto de auténtica devoción a la Virgen que quiere hacer vivir nuestra alma en Jesús y a Jesús en nuestra alma. No es esta doctrina una novedad sino que se remonta hasta san Ambrosio, Obispo de Milán, quien en el siglo IV, comentando el Magnificat, dejó escrita ésta admirable enseñanza; “Que el alma de María esté en cada uno para que se alegre en Dios. Que el espíritu de María resida en cada uno para alabar al Señor”.

Rezar a la Virgen con las Letanías compuestas en su honor y aprobadas por la Iglesia, adentrarse en lo mas profundo del Purísimo Corazón de María, teniendo sus mismos sentimientos e identificándose con Ella como fide­lísimos hijos ávidos de imitarla en todo. Que nuestras devotas cofradías del Rosario acierten a valorar como es debido la importancia de las Letanías, que no siendo parte esencial de la practica multisecular rosariana, constitu­yen sin duda -como ya quedo dicho- su más rico y florido colofón.

ANDRÉS MOLINA PRIETO

Miembro de la Sociedad Mariológica Española