Bajo el manto de la Virgen
Cuando en el año 2000, un grupo de jóvenes dábamos nuevo impulso a esta
centenaria cofradía dominica, pocos podíamos imaginar el rápido y esplendoroso
resurgir del que íbamos a ser testigos en tan sólo 4 años. Antiguos cofrades e hijos de
estos, volvieron a disfrutar de la contemplación de Nuestra Señora del Rosario, símbolo
de una devoción profundamente arraigada en nuestra tierra, y de una práctica siempre
presente en nuestras casas y actos cofrades.
Desde entonces se dedica un Triduo a la Santísima Virgen en octubre con gran
asistencia de público, y se vuelve a festejar en el mes de mayo la antigua tradición del
día de la rosa.
Dos años después del inicio de este ilusionado proyecto, las Madres Dominicas
de Córdoba nos bendicen con la entrega de nuestra actual imagen titular una talla de
vestir del siglo XVIII de hermosas facciones. Tan sólo un año más tarde su Santidad el
Papa Juan Pablo II declara el año 2003 Año Internacional del Santo Rosario, un regalo que nos compromete gratamente, participando en los actos organizados por el Obispado en nuestra ciudad.
Una vez más la Virgen nos cobijaba bajo su manto, y para que esto no fuera
solamente metafórico, como prueba de la devoción que despierta María Santísima del
Rosario, y coincidiendo con la apertura de este año internacional declarado por el Papa, se estrena un bello manto de procesión gracias a la aportación generosa de D. Luis Martínez Pantoja, y su esposa Dña. María Teresa Martín.
Su diseño, perfectamente ejecutado por las Madres Dominicas, completa un
programa que alegóricamente incluye, sobre un estudiado canasto, la iconografía de los
misterios del Rosario.
Al frente del paso preside una bella talla de Santo Domingo, Padre fundador de la Orden e impulsor del rezo del Santo Rosario. Tras él, una luminaria de cirios encendidos representan los luminosos misterios incluidos por el Papa Juan Pablo II.
A los pies de María unos ángeles publican la gloria de la Corredentora, eje de los misterios gloriosos junto a su Hijo. Por último el gozo de la venida del Salvador se mezcla con su martirio en un manto cargado de simbolismo. Las ramas de olivo, del árbol que anuncia la buena nueva en el Antiguo y el Nuevo Testamento, nos comunican la venida del Salvador. Pero el pan para nuestro pueblo es también preludio de sufrimiento, en un Getsemaní transformado en cardo doloroso al inicio de la redención. El olivo y el cardo, gozo y dolor terrenal, representados en la ofrenda material de un manto que abraza en su centro al Divino Corazón de Jesús.
La realización en oro sobre terciopelo azul pavo incluye en su diseño, un grupo de flores como ofrenda a la Madre de sus hijos los cofrades del Rosario, y dos escudos
alusivos al nacimiento y profesión de los donantes.
El título de este artículo no es casual, y aunque el nuevo manto de procesión es un maravilloso logro, la referencia responde más bien a un sentimiento. Realmente nos
sentimos mimados, el mundo cofrade sabe de la dificultad que supone cualquier proyecto, y aunque el compromiso es fuerte, el inicio ha sido benigno y lleno de
circunstancias favorables. Queremos por ello dar gracias a Nuestra Señora del Rosario y
a todos los que han hecho posible esta realidad.
Bartolomé Castro Duro