Triduo 2002. Dia 3
1.‑ SALUDO
Lector: ¡Alégrate María, porque hizo en tí cosas grandes el que es poderoso!
Todos: ¡Salve María, esclava del Señor!
Lector: Proclamamos tu grandeza María, porque Dios se fijó en la bajeza de su esclava.
Todos: ¡Salve María, esclava del Señor!
Lector: Santa María de la humildad, una generación más te ensalza y se alegra con tu grandeza.
Todos: ¡Salve María, esclava del Señor!
2. LECTURA
Toda la vida de Jesús es un servicio obediente a la voluntad de su Padre, en favor de los hombres. Servir, para Jesús no es un gesto transitorio, sino que es el fíat para el que ha venido al mundo: «YO NO HE VENIDO A SER SERVIDO, SINO A SERVIR» (Mt 20,28).
Si tal es el ejemplo del maestro en la noche de la última cena, donde nos dejó grabada la lección del servicio, nada tiene de extraño que María, la primera discípula, siga el mismo camino. También da Ella, la Madre del Redentor, podemos afirmar que su vida entera fue un servicio amoroso, maternal, a su Hijo Dios, en favor de sus otros hijos, los hombres.
Este espíritu de servicio de María se manifiesta con especial claridad en la visitación a su prima Santa Isabel, donde contemplamos a María, que con alegre presteza sus servicios a su anciana prima, en el momento que más la necesitaba.
Junto a María, es fácil comprobar que la generosidad es la virtud de las almas grandes: que es mejor dar que recibir, que amar es esencialmente entregarse a los demás, es ayudar, es rezar, es disculpar, es animar, es escuchar y tratar a todos con el mismo cariño. En definitiva, que amar es SERVIR, y por eso el gozo más grande que podemos sentir, cuando atendemos y ayudamos a todos los que nos necesitan.
3.‑ REFLEXIÓN PERSONAL
Breve Silencio. Pídase la gracia que se desea alcanzar.
4.‑ PLEGARIA
‑ Madre, que todos los hombre comprendan, a ejemplo tuyo, la grandeza del servicio en favor de los hermanos que nos necesitan
Todos: Intercede Madre ante tu Hijo. AVE MARÍA.
‑ Para que cada uno de nosotros sea portador de Cristo allí donde Dios nos quiere en cada momento.
Todos: Imploramos Madre tu ayuda. AVE MARÍA.
‑ Para que llevemos en nuestros labios el eterno Magníficat de tu alabanza a Dios.
Todos: Ruega por nosotros a tu Hijo. AVE MARÍA.
5.‑ ORACIÓN FINAL
Santa María, Madre del Rosario, ¡Modelo de humildad cristiana! ¡Madre de Dios, esclava del Señor! Vuelve a nosotros tus hijos tu mirada de madre humilde y buena, para que nos parezcamos a Ti y reciban nuestras almas un rayo de tu belleza. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. AMEN
REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO.
RUEGA POR NOSOTROS