Triduo 2010. Dia 1
“EL AMOR DE MARIA, NUESTRA MADRE”
1.- INVOCACIÓN INICIAL
Lector: En el nombre del Padre, del Hijo….
Dios mío, ven en mi auxilio
Todos: Señor, date prisa en socorrerme.
Lector: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
Todos: Como era en un principio ahora y siempre por los siglos
de los siglos. AMEN.
Lector: ORACIÓN: Señor, purifica mis labios y mi corazón,
para que pueda dar gloria a tu nombre,
al bendecir y ensalzar a la Virgen María,
Reina del Rosario, Madre tuya y Madre
nuestra. AMEN.
2.- SALUDO
Todos: ¡Que tu intercesión Madre, nos proteja siempre!
Lector: Al cantar las glorias de tu Hijo, te alabamos a ti también,
¡oh Madre de Dios y su templo viviente!… ¡oh Purísima!,
no desprecies las peticiones del pecador, porque aquel
que sufrió por nosotros tendrá también misericordia y nos
salvará.
Todos: ¡Que tu intercesión Madre, nos proteja siempre!
Lector: ¡Oh Cristo! he aquí a tu Madre, a la que te concibió en su
seno sin pérdida de su virginidad, te la presentamos para
que sea nuestra abogada, oh tú que eres misericordia; tu
que concedes el perdón a los que te dicen desde su
corazón: Acuérdate de mí, ¡oh Señor cuando entres en tu
reino!”
Todos: ¡Que tu intercesión Madre, nos proteja siempre!
Lector: ¿Cómo te podré alabar dignamente, oh Virgen María?
Porque tú sola entre los hombres eres toda santa y a todos
das el auxilio y gracias que necesitan. Todos los que
habitamos en la tierra hemos puesto en ti nuestra
esperanza. Fortifica nuestra fe. Trono de los querubines,
tú eres la puerta del cielo; ruega siempre por nosotros.
Todos: ¡Que tu intercesión Madre, nos proteja siempre!
Lector: Que tu intercesión nos proteja siempre, ¡oh Madre del
Rosario! Ayúdanos con tus oraciones, ¡oh Doncella
misericordiosa! y sé siempre nuestra abogada para que
nuestra mala voluntad no nos pierda. Bendita y Santa
María, ruega a Dios por nosotros.” Amén
3.- lectura meditativa
Dios es amor.
María Santísima es también amor.
Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
“Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención «.
Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos.
Cómo impresiona al leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: «Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas».
Si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir «no puedo»? ¿Podrá algún día decir : «renuncio al sacerdocio y lo dejo»? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: «He ahí a tus hijos» ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: «vosotros sois mis amigos», somos también los predilectos de Ella.
El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que puede darme cualquier amor humano.
¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?
Como Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, «totus tuus»: todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía: «Luchando como María y muy juntos a María», que le repitan siempre: «todo tuyo».
¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, como la contemplamos aquí y ahora, bajo la advocación: “Reina del Santisimo Rosario.”
4.- REFLEXION PERSONAL
Oramos en silencio, pidiendo interiormente aquellas gracias, favores o necesidades que deseamos alcanzar por medio de nuestra Madre, la Virgen del Rosario.
5.- PLEGARIA
Lector: María, Madre de Dios y Madre nuestra, tú siempre fuiste
fiel a la voluntad de tu Hijo. Tus intereses eran los
intereses de Dios. Ayúdanos a asemejarnos cada vez más
a ti.
Todos: ¡VIRGEN DEL ROSARIO, A TI TE LO PEDIMOS!
(se reza Ave María)
Lector: María, nosotros tus hijos, necesitamos tener a tu Hijo en
nuestro corazón; necesitamos estar cada vez más cerca de
él, sentirlo como Alguien importante en nuestra vida.
Todos: ¡VIRGEN DEL ROSARIO, A TI TE LO PEDIMOS!
(se reza Ave María)
Lector: Madre del Rosario, durante la espera pentecostal
animaste la comunidad de discípulos que habían perdido
al maestro y se sentían desorientados. Fue necesaria tu
presencia para que ese grupo de amigos de Jesús no
perdieran la fe y la esperanza. También nosotros
queremos ser fuente de ánimo para todas aquellas
personas que viven la fe a nuestro lado.
Todos: ¡VIRGEN DEL ROSARIO, A TI TE LO PEDIMOS!
(se reza Ave María)
6.- ORACIÓN FINAL
Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, limpio, puro y transparente, como un manantial; dame un corazón sencillo, que ame sin esperar nada a cambio,
gozoso de olvidarse de sí mismo. María hazme un corazón humilde y misericordioso como el de tu Hijo Jesús.
Amén.
REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO.
Ruega por nosotros.
CANTO DEL HIMNO DEL ROSARIO.