Luz: Estrella. Rosario: Encuentro
Un año más se acerca la fiesta del Rosario. Celebramos a María en su advocación del Santo Rosario. Esta celebración nos adentra en los misterios de Cristo, no en vano el Papa Pablo VI decía acerca del Rosario: “Oración evangélica centrada en el Misterio de la Encarnación redentora, el Rosario es, pues, oración de orientación profundamente cristológica.” Es camino el Rosario que nos lleva a Cristo, a su Misterio, pero ello de la mano de María, porque nosotros a diario experimentamos nuestra ceguera, nuestra torpeza e incluso ese “no saber pedir como conviene”. Por ello necesitamos ayuda y es la que apoya María y hace madura nuestra oración, nuestra vida de cristianos. A este propósito nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La oración de la Iglesia está apoyada en la oración de María” (catic., nº 2679).
Y es que en realidad nuestra vida es como un camino, un ir caminando, unas veces por tierra firme, otras por mares encrespados, turbulentos y no acertamos a comprender el porqué y el para qué de las cosas, del sufrimiento, de la enfermedad, de los días monótonos y desesperantes en busca de trabajo, de los problemas con los hijos, de las dificultades en nuestro hogar o en nuestro entorno social. Por otro lado también en esos momentos descubrimos lo bello y bueno de nuestra existencia, de nuestras esperanzas, de nuestros deseos. En esas encrucijadas, de dolor y gozo, experimentamos que necesitamos de algo o mejor de alguien: DIOS. Él sólo puede llenar nuestra vida en plenitud y dar sentido a nuestro misterio. Todo lo demás es bueno y nos estimula a caminar pero al final descubrimos nuestro vacío no se llena, nos falta algo que nos haga sentirnos totalmente plenos. Es Dios, como decimos, el que nos dará esa plenitud. Pero para acercarnos hasta él, para que su misterio fascinante no nos aleje a la par que nos imanta necesitamos una ayuda. Esta es el Rosario, oración sencilla que nos adentra en el absoluto de Dios, pero pasando por lo tangible, por lo humano, por Cristo. El Rosario como hemos dicho, es oración y esa poderosa arma-oración nos ayuda a contemplar no sólo el misterio de Cristo sino también nuestro misterio personal: “Realmente, –dice la Encíclica Redemptor hominis– el misterio del hombre sólo se esclarece en el Misterio del Verbo Encarnado”. Es el Rosario el que nos lleva a esta luz y a través de ella a contemplar el Misterio de Cristo que esclarece el nuestro, que nos hace comprender nuestra existencia, la trama humana urdida por tantos hilos y colores, Cristo nos hace ver lo que somos y lo que estamos llamadas a ser, nos hace penetrar en las profundidades del ser humano e iluminarlas. Por ello esta oración cristocéntrica y cristológica debe acompañar y marca el ritmo de nuestra vida, de la vida de nuestras familias, de nuestra sociedad. Todos los hechos o eventos pueden ser iluminados por esta hermosa oración: el nacimiento, la enfermedad, el dolor, la alegría muerte y nuestro paso a la vida.
El Rosario, celebrar el Rosario es pues celebrar la esperanza. En un mundo oscurecido el Rosario brilla como esperanza del ser humano. En un mundo de paz y discordia el Rosario es cadena liberadora, en un mundo en que vemos a nuestras familias crecer entre gozos y penas el Rosario es protección y amparo, es la mano de María nuestra Madre, que nos cobija, alienta, conforta.
Un himno del S.VIII llama a María “estrella de mar”. Así ha invocado la Iglesia a la Madre de Dios desde hace más de mil años. Ha necesitado llamarla así porque muchas veces se ha sentido como esa barquilla bamboleada por las olas, frágil, perdida en medio del océano, y muchas veces necesitada de luz, de esperanza, de guía que la lleve al Puerto seguro que es Cristo. Ella “Ave maris stella”, es la Señora del Rosario, la que con su brillo alumbra nuestro camino en pos de Cristo, la que nos arraiga en Él y nos hace crecer firmes en la fe y en la esperanza. La estrella polar que nos conduce en medio de este destierro.
Estrella y Rosario: Luz y Rosas. Camino y Encuentro. Y siempre Cristo. Cristo que se nos dá por María y Cristo al que llegamos por María meditando los misterio del Santo Rosario.
En este año en que hemos celebrado en España las JMJ, y las palabras del Santo Padre han iluminado nuestra vida, y hemos sentido el gozo de compartir esta fe con miles de jóvenes y no tan jóvenes de todo el mundo cristiano, acudamos a María para ser como la Iglesia pide de nosotros. Tenemos la Estrella, tenemos el Rosario, el triunfo es seguro.
¡Feliz Fiesta del Rosario!
MM. Dominicas – Jaén