La Fiesta del Rosario
El mes de octubre es por excelencia el mes dedicado al Rosario. El Papa San Pio V fijó el primer domingo de octubre como el día dedicado a la celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario en memoria del triunfo obtenido en Lepanto el día 7 de octubre de 1571, ya que El Sto. Padre había ordenado a toda la cristiandad se encomendase a Dios esta batalla. Muy especialmente confiaba en la Cofradías del Rosario, que como cada primer domingo salían a la calle para rezar en procesión el santo Rosario. El mismo Papa participó en la procesión que con este motivo se organizó en Roma. Así ante la victoria obtenida, quizá por un cambio en la dirección del viento que favoreció a las tropas cristianas, pero en el que se vio la protección de la Virgen, bajo cuyo amparo navegaban llevando izado un estandarte de la Virgen en la nave capitana – que precisamente después fue regalado por Don Juan de Austria a la Cofradía del Rosario de Barcelona- ,
el Papa quiso dedicar este día para dar gracias por tan gran favor a la Virgen. En principio solo para las iglesias donde se hallaba establecida la Cofradía del Rosario. Después sería su sucesor Gregorio XIII el que el 1 de abril de 1573, por medio de una bula, estableció propiamente la celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario, el día 7 de octubre. Poco a poco esta fiesta se fue extendiendo a toda la Iglesia.
Celebrar pues, la Fiesta de la Virgen del Rosario, nos pone en contacto con una tradición en la que María es el amparo y seguro auxilio de los cristianos. Ella , como tantos Papas y santos nos han dicho, es la Madre que por medio de esta «cadena dulce», nos adentra en el misterio de Cristo, nos enseña en su escuela a leer a Cristo, a contemplarle en cada uno de sus misterios. Desde la Encarnación, en que se hace uno de nosotros e inicia su camino de entrega, hasta su Triunfo más excelso, la Resurrección en que nos da a compartir la alegría de la auténtica victoria, la VIDA ETERNA , el triunfo sobre la muerte, la Esperanza .
Maria del Rosario, Ntra. Sra. de las Victorias. Conmemoremos no ya la victoria contra los turcos en Lepanto, sino todas esas victorias – grandes o pequeñas – que logramos gracias al amparo de la Virgen, para ello llevemos izado en lo más alto y profundo de nuestra nave, de nuestra alma el estandarte de la Virgen, y como entonces acudamos al rezo del Rosario. Al ir desgranando cada una de sus cuentas , Cristo mismo aparecerá ante nuestro rostro, y así en dialogo de amigo a amigo, nos irá enseñando la
verdadera sabiduría, nos obtendrá la verdadera victoria, nos otorgará VIDA ETERNA, y eso sí bajo la mirada y cogidos de la mano de Ntra. Sra. de todas las Victorias, la reina del Rosario siempre honrada y amada en la Orden Dominicana y por supuesto por las Cofiadías del Rosario fundadas en torno a Ella .
Monasterio Purísima Concepción – MM. Dominicas
JAEN