El Rosario
Quizá una de las devociones más arraigadas en el pueblo de Dios a lo largo de los siglos, ha sido el Sto. Rosario, que ha sido llamado “compendio de todo el Evangelio”. Tanto Papas, Santos, como el Pueblo de Dios, y esto es loa esencial, han valorado sumamente el Salterio de maría, este rezo mariano pero profundamente Cristocéntrico, pues es Cristo quien atraviesa todas y cada una de las decenas que se van desgranando en los distintos Misterios.
Tal vez en nuestros ambientes hoy se conciba esta oración como un lento y aburrido desgranar Ave Marías de tal forma que poco a poco se ha ido abandonando más por falta de profundidad personal que por la falta de novedad del mismo. Porque hemos de afirmar que el rosario no es una antigualla del pasado, como no lo es el Evangelio, como no lo es María, la Madre de Dios. Reconocido es su actitud por numerosos Pontífices para desarrollar “una oración contemplativa, de alabanza y de súplica al mismo tiempo, así como su eficacia para promover la vida cristianan y el empeño apostólico” (Marialis Cultus, n.42”)
Si se ha convertido en una oración rutinaria es porque en nuestra sociedad tantas veces la rutina y la falta de asombro se ha apoderado de todos los ambientes. Monotonía, rutina es algo que nos acompaña no solamente a la hora de rezar el Rosario sino cada despertar o cada atardecer. En un mundo en el que se navega por las pistas de la información de la comunicación, se nos olvida, con frecuencia, navegar por el Ministerio de Dios, el descubrir el milagro de la misma vida, del vuelo de un pájaro, la sonrisa de un niño o la sabiduría y experiencia de un anciano. Son hechos demasiados sencillos que no son capaces de asombrarnos, de cautivar nuestra atención. Y por ello a veces se nos va la vida entre prisas y estrés y “demasiadas cosas que hacer”, sin haberla vivido y es que el descubrir los esencial de cada soca, se cada persona y acontecimiento es lo realmente importante y “lo esencial – que diría el Principito – no se ve sino con el corazón”.
Y con el corazón hemos de rezar el Rosario, comprendiendo que orar es “tratar de amistar con quien sabemos nos ama” (Sta.Teresa). Y en el amor nunca el repetir causa cansancio, monotonía, sino que siempre tiene la novedad de la primera vez.
Entre los que más han promovido la devoción al rosario podemos destacar a Sto. Domingo, aunque en sus tiempos esta práctica no estaba estructurada como hoy la conocemos, y desde él todos sus hijos e hijas.
Seria más tarde el dominico Beato Alano de la Roche (1428-1478) el que definió la estructura y lo propagó de la forma extraordinaria.
La primera Cofradía del Rosario fue fundada también por el Beato Alano de la Roche en Douais (Francia) en 1470. En 1476 Fray Sprenger, OP, fundó una en Colonia (Alemania) ya con aprobación Apostólica.
Vemos pues que tiene una larga historia en la que a través del él el Pueblo cristiano ha podido traer a su consideración y contemplación los Ministerios de la vida de Cristo, desde la Encarnación, infancia, pasión, resurrección, de la mano de María, la mejor Maestra de la escucha y meditación de la Palabra de Dios.
Resumiendo podemos decir el que Rosario:
- Nos adentra en comunión con María en la Vida de Cristo, en sus tres ciclos, gozo, dolor y gloria, posibilitando así un encuentro e intimidad con él que luego nos lanza a un testimonio de los contemplado. Al mismo tiempo nos ayuda a asumir nuestra propia vida que tantas veces tiene estas connotaciones de gozo, dolor y gloria. Nos hace cristianos.
- Con la oración del Padrenuestro, estamos siguiendo el consejo del Seños de cómo debemos orar.
- La sucesión litánica del Ave María, es como el hilo conductor, la mano cariñosa de la Virgen que nos va adentrando en los Ministerios del Hijo. Esta oración compuesta por la salutación del Ángel y por el Santa María puede impregnar nuestra espíritu de paz, de serena certeza de que Ella, la Llena de Gracia, “ruega por nosotros ahora – en el momentos que rezamos, en nuestras circunstancias concretas, con nuestros deseos y anhelos- y luego en la hora del tránsito definitivo, de nuestra muerte”.
- Con el Gloria al Padre alabamos a la Trinidad, en un verdadero acto de adoración.
Es pues el Rosario una oración netamente Evangélica, Mariana en la que se aúna la contemplación, la súplica, la alabanza y la adoración.
Y sobretodo es la oración de los enamorados, de los libres, de los que son capaces de ver con el corazón las cosas esenciales de la vida. Por ellos su rezo es libre, nadie tiene la obligación de rezarlo a regañadientes como un peso, aunque la iglesia lo recomiende tan vivamente. Es mejor gustarlo. Entrar en dialogo con Ella, La Madre y ella poco a poco, a medida que nos adentre en su orbita nos hará desearlo, se nos hará necesario, como es necesario que cada día nazca el sol por el horizonte e ilumine nuestros campos y ciudades. Será como un compañero de cada latido de nuestro corazón, que le hará sentirse vivo en comunión con María caminando en por de Jesús.
Que Ella, Ntra. Madre del Rosario, cuya Fiesta fue instituida por San Pío V un 7 de octubre del 1572, en honor del triunfo de la Batalla de Lepando nos acompañe y nos ayude a perpetuar esta devoción tan querida de su corazón y de nuestro pueblo.
Sor María Rafaela de Jesús Catena O.P.