Boletin 2006

El Rosario, itinerario de contemplación y plegaria sinfónica

            La Carta Apostólica del Siervo de Dios Juan Pablo II sobre el Rosario (RVM) comienza así: “El Rosario de la Virgen María difundido gradualmente el Segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios es una oración apreciada por numerosos santos y fomentada por el Magisterio” (Introducción, 1). En este artículo deseamos glosar dos epítetos que cuadran admirablemente con su estructura como perfecta oración mariana: Itinerario contemplativo y carácter “sinfónico”. Vienen a constituir como dos cualidades o propiedades que imprimen al Rosario su ello identificativo. Si ciertos católicos todavía reticentes con él cuando no imbuidos de prejuicios antojadizos conocieran su maravillosa eficacia santificadora y apostólica, no dejarían de rezarlo con fiel perseverancia.

I.- LINEAS DIRECTIVAS DE LA CARTA APOSTOLICA DE JUAN PABLO II

 

            En este precioso documento resaltan, sobre todo, dos importantes aspectos: 1º) novedades subrayadas por el Papa; 2º) consejos útiles para el rezo fructuoso del Rosario Mariano. Por lo que toca a las novedades cabe indicar las siguientes:

a)      Interiorización mariana: es preciso meditar y contemplar sus diversos misterios con los ojos maternales de Maria. Este requisito nos obliga a adentro en su Corazón Inmaculado donde resonaban las múltiples experiencias durante su larga convivencia con Jesús de Nazaret durante la etapa de su vida oculta que excedió, sin duda, los treinta años

b)      Carácter contemplativo: Juan XXIII habló ya de ello, pero se debe a Pablo VI haber enseñado este elemento esencial: “Sin la contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma, y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas, pronunciados sin que dejen la menor huella”.

c)      Enriquecimiento doctrinal: Se ha introducido el nuevo ciclo de cinco misterios luminosos que abrazan el arco de la vida y ministerio publico de Jesús hasta el Drama de Getsemaní. Es una pena que no se haya valorado suficientemente esta notable aportación que llena una ostensible laguna. Todos advertíamos que se daba una fractura o discontinuidad en la contemplación de los misterios de Cristo pasando bruscamente del quinto misterio gozoso “El Niño Jesús perdido y hallado en el templo” al primero doloroso: “La oración en el Huerto de los Olivos”. ¿Por qué se guardada silencio sobre los grandes acontecimientos del Bautismo, Anuncio del Reino, Transfiguración y Eucaristía?.

d)      Arte del rezar el Rosario: También constituye una novedad substancial entretejer los textos bíblicos con la meditación silenciosa de los diversos misterios, las invocaciones y la cláusula añadida de cada misterio al nombre de Jesús con que culmina la primera parte del Avemaría. Se trata de un eficaz recurso pedagógico el tener memorizado, interiorizado y visibilizado el episodio evangélico objeto de atención y de plegaria.

Por lo que respecta a los consejos útiles sugeridos por Juan Pablo II ofrecemos un bravísimo resumen siguiendo la exposición de Cervera Barranco en su provechoso libro “Rosario para el Tercer Milenio”  (San Pablo 2003).

1.-   Varios modos de comenzar el Rosario: Responden a los diversos contextos eclesiales (RVM, 37). Para sintonizar con el lenguaje del amor, se puede recitar el acto de contrición que aviva en nosotros la llama de la caridad y memoria filial de la presencia de Dios.

2.-   El enunciado del Misterio (RVM, 29): Acercarse a un misterio concreto, abrir el escenario, contemplar una imagen que lo haga presente, poner todas las facultades de memoria, imaginación y efecto para entrar en el Misterio que el Espíritu Santo nos hace presente, introduciéndonos en él.

3.-   La Escucha de la Palabra de Dios: No se trata de recordar datos informativos sobre el misterio que ha de rezarse. Lo importante es penetrar en la verdadera dinámica de la oración. Se traba de un diálogo que inicia el Señor, y al cual debe responder el corazón del hombre. Dejar que Dios hable. Se nos enseña: “Es útil que al anunciado del misterio siga la proclamación del pasaje bíblico correspondiente, que puede ser más o menos largo, según las circunstancias”. Es evidente que ninguna palabra humana tiene la fuerza y eficacia de la palabra inspirada por Dios (RVM 30).

4.-   Breve reflexión asimiladora: El Papa señala que en algunos sitios se inicia el Rosario con la invocación del salmo 69: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme”. En otros se recita el Credo. Son usos igualmente legítimos todos ellos (RVM). Pero tras esta introducción y después de escuchar la palabra de Dios debe ilustrarla con un breve comentario, seleccionando párrafos, por ejemplo, del Catecismo de la Iglesia Católica.

5.-   Riqueza ascética del silencio: (RVM, 31). La escucha y la meditación se alimentan del silencio que hemos de redescubrir porque su capacidad perfectiva manifiesta la grandeza del hombre. Es uno de los secretos para practicar mejor la contemplación y la meditación. Como ocurre en la Liturgia, también el rezo fervoroso del Rosario requiere silencios enriquecedores.

6.-   Rezo del Padrenuestro: (RVM., 32). Cada uno de los misterios rosaríamos nos lleva siempre al Padre, haciéndonos sentir la conciencia de que somos hijos suyos y nos comunica el Espíritu Santo, mostrándonos la condición de que somos una fraternidad: hijos de Dios Padre y Hermanos de Jesús, como miembros solidarios de la Iglesia fundada por Él.

7.-   Las diez Avemarías: (RVM, 33). En esta fase del Rosario s subraya su carácter cristológico. Las palabras de salutación del ángel Gabriel y de Isabel a María “ es contemplación adorante del misterio que se realiza en la Virgen de Nazaret”. La repetición del Avemaría nos hace comprender, de algún modo, la complacencia de Dios por su obra maestra: La Encarnación. Esta repetición “es júbilo, asombro, reconocimiento ante el milagro más grande de la historia”. Decir Avemaría es cumplir en primera persona la profecía que la Virgen pronunció de sí mismo: “Me llamarán bienaventurada todas las generaciones” (Lc 1,48). El Centro del Avemaría es el bendito nombre de Jesús que sirve de áureo engarce con la segunda parte. En un rezo apresurado puede pasar casi inadvertido, “pero es precisamente el relieve que se da al hombre de Jesús a su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del Rosario”. Pronunciar el nombre de Jesús es hacer una profesión de fe. Además puede añadirse una cláusula que evoque el misterio que se medita.

8.-   La “Gloria” como síntesis: La doxología trinitaria es la meta de la contemplación cristiana. Cristo es el camino que nos conduce al Padre en el Espíritu. Si recorremos este camino hasta el final nos encontramos ante el Misterio de las tres personas divinas que se han de alabar, adorar y agradecer. Es importante que el Gloria, culmen de la contemplación, sea bien resaltado en el Rosario (RVM, 34).

9.-   Oración breve al final de cada misterio: (RVM, 35). La contemplación será más provechosa si cada misterio concluye con una oración dirigida a alcanzar los frutos específicos de la meditación del mismo.

 

10.-                      Conclusión del Rosario: (RVM, 37). Se finaliza su rezo orando por las intenciones del Papa. Se eleva así la mirada centrada en las necesidades eclesiales como vasto horizonte de toda plegaria auténticamente católica, y el Rosario lo es en todos los aspectos.

 

Estos acertados consejos de Juan Pablo II en su citada Carta resultan un manojo de fecundas enseñanzas encaminadas a conseguir que el rezo cotidiano o frecuente del Rosario haciéndolo más fecundo y provechoso en todos los órdenes.

II.- ITINERARIO EVANGÉLICO CONTEMPLATIVO

 

 

            Es el concepto preferido por Juan Pablo II para definir la práctica mariana del Rosario. Y hemos de reconocer que contiene una consoladora verdad en el plano de la fe. Porque si analizamos las tres palabras que titulan este apartado observaremos que responden a la siguiente conclusión: acompañamos a Cristo de las manos de María, contemplando con gozo iluminado los principales misterios narrados por los cuatro evangelistas. En efecto: es itinerario o camino recto de conversión, asimilación e identificación. Es camino y al mismo tiempo verdad esplendente, así como vida sobrenatural en pujante dinamismo.

            San Juan nos dirá en el profundo Prólogo de su Evangelio que “de plenitud, es decir de las riquezas insondables de su gracia (EF 3,8), todos hemos recibido gracia tras gracia” (Jn 1,16). Itinerario cristiano, jornada tras jornada, y lucha tras lucha, aproximándonos siempre e la meta, de claridad en claridad (2 Cor 3,8). Itinerario evangélico: Así debe ser nuestra andadura para seguir el ejemplo de Pablo que sólo conocía como único Evangelio el que había recibido del Señor Resucitado (Rom 1,1) y que afirmaba de sí mismo: “Yo no corro sin ton ni son, ni peleo como quien da golpes al aire” (1 Cor 9,26). El Rosario es un compendio de Cristo desde su Encarnación hasta su gloriosa Resurrección.

            Itinerario evangélico contemplativo. Se enuncia aquí el requisito oracional que más esfuerzo nos supone, porque es preciso dar el paso de la simple oración vocal a la plegaria sin palabras con todo nuestro ser centrado en Jesucristo. Sin duda, no podemos silenciar la índole comunitaria de la práctica devocional rosariana que nos recuerda el vínculo de comunión y fraternidad que nos une a todos en el Cuerpo Místico de Cristo. Insistimos en que el Papa Wojtyla nos ha dado la mejor definición del Rosario al enseñarnos que es camino de contemplación y de perfección cristina. Y todo aprendido en la Escuela de María, bien asidos a sus manos maternales. El texto que sigue es bastante sugeridor:

            “El Rosario es realmente un itinerario espiritual en el que María se hace Madre, Maestra y Guía sosteniendo a los fieles con su poderosa intercesión. ¿Cómo asombrarse, pues, si al final de esta oración en la cual se ha experimentado íntimamente la maternidad de María, el espíritu siente necesidad de dedicar una alabanza a la Santísima Virgen bien con la espléndida oración de la Salve Regina, bien con las Letanías lauretanas?. Es como coronar un camino interior, que ha llevado al fiel el contacto vivo con el misterio de Cristo y de su Santísima Madre” (RVM, 37).

            El núcleo del valor contemplativo del Rosario estriba en esta clave: así como la repetición del Avemaría se dirige directamente a María, el acto de amor, con Ella y por Ella, se dirige a Jesús. La devota repetición de las palabras favorece el deseo de una configuración cada vez mas plena con Cristo, verdadero programa del cristiano (RVM, 26). ¿Por qué, entonces, se valora tan escasamente el carácter contemplativo del Rosario?. En el documento se apunta, como principal razón, la ignorancia, ya que se desconoce prácticamente la tradición contemplativa cristiana.

            Y surge precisamente entonces el funesto “riesgo de que se le considere como un amuleto o un objeto mágico con una radical distorsión de su sentido y contenido” (RVM, 28). A fin de que el Rosario se convierta de verdad en itinerario evangélico contemplativo, Pablo VI enseño, para provecho espiritual de todos los fieles devotos de esta excelente practica de piedad mariana, lo siguiente: “Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan, en quien ora, la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de
Aquella que estuvo mas cerca de Él, y que desvelan su insondable riqueza (Marialis cultus, 47).

            ¡Que observatorio tan extraordinario nos brinda el Papa Montini para ver y vivir en profundidad todos los misterios de nuestro Rosario siempre nuevo y renovado en su inacabable fragancia¡. Pero hemos de esforzarnos en cumplir las condiciones señaladas. Sin ellas no puede haber clima de recogimiento ni atmósfera propicia. Juan Pablo II profundiza en esta idea a propósito del nombre de Jesús que sirve de engarce entre las dos partes componentes del Avemaría. Y nos avisa: “A veces en el rezo apresurado no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplado.

            Es precisamente el relieve que se da al nombre de Jesús y a su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del Rosario (RVM, 33). Sepamos hacer de nuestro rosario cotidiano un hermoso itinerario evangélico repleto de enseñanzas y de frutos. La luz-fuerza de cada misterio se convertirá en el mejor estimulo para ser, en este desorientado mundo, testigos valientes del amor de Jesucristo.

            III. LA MAS HERMOSA “SINFONÍA” EN DOBLE CLAVE

 

 

            Todas las “piezas” del Rosario se conjuntan armónicamente como los instrumentos de una orquesta, que suenan acordes a la vez. Las dos claves de esta oración sinfónica         – permítaseme la expresión – son Cristo y Maria, Maria y Cristo, porque ir “a Cristo por Maria” como ir “a Maria por Cristo” son vías complementarias. Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris mater ratifica esta gozosa experiencia: “La Iglesia desde el primer momento miró a María a través de Jesús como miró a Jesús a través de Maria” (RM, 26). Y su predecesor Pablo VI, al clausurar la tercera sesión conciliar había afirmado solemnemente: “El conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre Maria será siempre la clave para la exacta comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia” (21-XI-1964).

            Por todo ello el Rosario deviene entre todas las practicas de piedad dirigidas a Nuestra Señora la más hermosa sinfonía en clave cristologica y mariana. De aquí que se le haya comparado a una catedral de la espiritualidad de la Iglesia, ya que es en efecto un dulce coloquio de los hijos con la Madre “vida, dulzura y esperanza nuestra”, una fuente privilegiada de vida contemplativa, y un medio eficacísimo para mantenerse en presencia de Dios.    

            Deseamos terminar estas modestas reflexiones sobre el Rosario con las mismas palabras que sirvieron a Juan Pablo II para terminar su Carta apostólica. La cita pertenece al Beato Bartolomé Longo, preclaro apóstol de María: “Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vinculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti será el último beso de la vida que se apaga y el postrero susurro de nuestros labios. Oh Reina del Rosario, soberana consoladora de los tristes: ¡Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo¡”  (RVM, 43).

            Frente a una confusa caterva de agoreros que preconizan la caducidad del Rosario – y de tantas otras cosas – contrasta frontalmente, para desmentirlo, el florecimiento cada vez más extenso y pujante de tan privilegiada práctica de devoción mariana tan enraizada en el Occidente católico desde hace más de cinco siglos. Pensemos hoy en santuarios de renombre universal como Lourdes, Fátima, Medjugorje y tantos otros. Se equivocan, por tanto, dichos pseudo profetas y vaticinadores de catástrofes eclesiales. Más les valdría renunciar a su obstinado empecinamiento, sumándose a la legión innumerable de cristianos que honran y ensalzan a María con el rezo devoto del santo Rosario.

            Nos complacemos en citar las doctas palabras de un insigne liturgista: “El Rosario tiene una historia multisecular. Ha llegado la hora de su madurez en un momento en que la Iglesia se siente llamada con mayor urgencia a la contemplación, y a vivir desde dentro su vocación mariana. La espiritualidad de la Iglesia es esencialmente una espiritualidad mariana, en el sentido de un vivir con María y como María, el Misterio de Cristo, acogiéndolo y donándolo, desde la más pura libertad, interioridad y compromiso”.

 

            Y como colofón final de este humilde articulo, depositamos en pies de la Virgen la manera de un insignificante ramillete de catorce rosas, un pobre soneto de balbucientes endecasílabos:

Delicioso encuentro del Rosario,

deliciosas cincuenta Avemarías

que haces tuyas, Señora, por ser mías

inundando de paz mi itinerario.

 

Sosegado remanso de mi horario,

embelesante luz para mis días

solaz para las horas más sombrías

cuando rezo misterios, solitario.

 

Rosas, rosas y pétalos de rosas

de un pobre peregrino que te implora

con ansias de amor contemplativo.

para Ti son mis Aves sonorosas

y en tu dulce regazo esté cautivo

esperando al Señor desde mi aurora.

 

 

ANDRES MOLINA PRIETO, Presbítero.