Actitudes cristianas en el rezo contemplativo del Rosario
La Carta Apostólica de Juan Pablo II, promulgada el 16 de octubre del pasado 2002, al iniciarse el jubileo papal de nuestro amado pontífice, ha tenido enorme resonancia en todos los ámbitos eclesiales. Se ha traducido a innumerables lenguas y ha sido objeto de los más enriquecedores comentarios, Se me ha rogado un articulo para el Boletín «Rosario» y gustosamente lo he redactado fijando la atención en un aspecto demasiado olvidado que es el contemplativo. Es una práctica mariana eminentemente vocal pero al mismo tiempo profundamente cristológica y contemplativa.
O si se prefiere: el Rosario debe convertirse en una densa contemplación cristológica favorecida por la presencia materna de María que nos lleve siempre a Jesús si acertamos a rezarlo como Ella quiere y la Iglesia nos enseña, es decir, con las condiciones de la oración genuinamente evangélica.
I. EL ROSARIO, CONTEMPLACIÓN CRISTOLÓGICA
Insiste el Papa en que esta práctica de devoción mariana tan privilegiada por la Iglesia desde hace medio milenio debe partir siempre de la «experiencia de María”. Y esto nos sitúa ya en la onda captadora del mensaje cristiano. Por este motivo el Rosario se nos presenta, por su propia existencia, como una oración marcadamente contemplativa. Juan Pablo II conecta con Pablo VI para reafirmar una confortadora doctrina que se formula así: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma, y su rezo corre peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas, y de contradecir la advertencia de Jesús: “Cuando oréis no seáis charlatanes como los paganos que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad» (Mt 6,71).
A través de estas palabras del Divino Maestro podemos valorar las frecuentes deficiencias de tantos rosarios apresurados, tan carentes de genuina devoción como abundantes en superficialidad. ¡Qué pena perder tanto tiempo y tanta eficacia en mascullar plegarias rutinariamente recitadas! Juan Pablo II como su predecesor insistió en la necesidad de un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezca en quién ora la meditación de los misterios de la vida del Señor a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor y que desvelan sus insondables riquezas».
He aquí una luminosa y fecundísima idea que nos revela las grandes dimensiones del Rosario, sus perspectivas cristológicas y su horizonte evangélico. El Pontífice señala cinco verbos esenciales que desdoblan y resumen la Índole contemplativa y cristológica del Rosario mariano.
II. DIMENSIONES ESENCIALES
Se pueden expresar con cinco verbos que analizamos sumariamente subrayando la idea‑eje o línea vertebral para la espiritualidad mariana.
A. Recordar a Cristo con María. La contemplación a la que se entregó María, nuestra Madre fue ante todo un recordar en el sentido bíblico de «traer al corazón» actualizando las obras realizadas por Dios en la Historia de la Salvación, y que son el «hoy» donde hacemos memoria agradecida en actitud de fe y de amor. Nos abrimos así a la gracia cristiforme, que Cristo nos ha alcanzado con sus misterios salvadores de vida, muerte y resurrección.
Esto hace la Sagrada Liturgia y esto hace en otro plano el santo Rosario en cuanto meditación sobre Cristo con María. Si recordamos con la Virgen nuestra Madre los misterios de Cristo para actualizarlos con verdadera interioridad, hacemos de nuestro rezo una práctica santificadora.
B. Comprender a Cristo desde María. Cristo es el Maestro por excelencia, el Revelador por antonomasia y la Revelación del Padre quien nos habló todo en su Hijo (Hebr 1,2), y no tiene ya nada más que decirnos, como glosa con su habitual profundidad San Juan de la Cruz. Necesitamos comprender al mismo Cristo, no sólo las cosas que El ha enseñado. Nos urge comprenderle a El como Dios y como Hombre Salvador nuestro. Para este objetivo de un conocimiento asimilativo e identificador con Cristo ¿Qué Maestra más experta que María ?
Ella se abismó como ninguna otra criatura en los íntimos misterios de su divino Hijo no para comprenderle todo, porque también Ella hubo de ejercer la Fe a nivel inigualable de sublime heroísmo, pero ha sido quien mejor lo ha comprendido. Asidos a sus dulces manos maternas podremos internarnos de algún modo en el corazón de Cristo que nos llamó amigos y no siervos (Jn 15,15)
C. Configurarse a Cristo con María. La espiritualidad cristiana si es verdadera tiene como nota caracterizante el deber ineludible del discípulo de configurarse cada vez más plenamente con su Maestro, como nos urge San Pablo (Rom 8,29; Flp 3,10). En el recorrido espiritual del Rosario, basado en la contemplación incesante del rostro de Cristo, en compañía de la Virgen, este exigente ideal de configuración con El se consigue a través de una asiduidad de trato genuinamente amistosa,
La configuración con Cristo equivale a una verdadera cristificación, por vía de virtudes teologales auxiliadas por los dones. Tener los sentimientos de Cristo y revestirse de El (Flp 2,5; Rom 13,14), exigen un sacrificado proceso de madurez y una lenta tarea asimiladora, El discípulo de Cristo y fiel seguidor suyo trabajará cuanto pueda para lograrlo. Sabe que siendo María «el molde viviente de Cristo» unidos a Ella será más fácil adquirir los rasgos identificadores de auténticos discípulos del Señor.
D. Rogar a Cristo con María. Este cuarto verbo que define una clara actitud nos invita a la oración continua: «Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá» (Mt 7,7). La tradición monástica articuló su «lectura de Dios» como completo método oracional, en una divisa llena de sabiduría: “Buscad leyendo y encontraréis orando. Llamad meditando y os abrirán contemplando”. Para apoyar la oración que Cristo y el Espíritu Santo hacen brotar en nuestro corazón interviene María con su intercesión materna. El Rosario es simultáneamente meditación y súplica.
La plegaria insistente a la Madre de Dios que constituye su intima estructura se apoya en la confianza de que su maternal intercesión lo puede todo ante el Corazón de su Hijo. María es según el viejo aforismo teológico la Omnipotencia suplicante o también la omnipotencia por gracia. Por este motivo el Rosario tiene tanta eficacia sobrenatural desde que su primer inspirador Domino de Guzmán lo puso en práctica en sus arduas empresas apostólicas.
E. Anunciar a Cristo con María. Con toda razón ha sido llamado el Rosario itinerario de anuncio y profundización en el cual el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Si analizamos despacio su núcleo y elementos componentes, percibiremos en seguida que esta multisecular práctica de devoción mariana es una presentación orante y contemplativa que trata de modelar al cristiano según el Corazón de Cristo. Se ha ignorado, por desgracia, el alto valor didáctico y catequético del Rosario, forma sencilla y popular de predicación de la fe católica.
En el anuncio del mensaje se solicita el asentimiento del hombre como el ángel solicitó el consentimiento de María para la Encarnación. Rezar el Rosario equivale a anunciar el Evangelio guiando a los fieles hacia la asimilación de los misterios de Cristo, e impregnándolos de las verdades evangélicas centrales.
III. REFLEXION FINAL
Ante la clausura del “Año del Rosario” necesitamos examinarnos cómo lo rezamos y lo vivimos. El 16 de octubre de 2003 se cumplen exactamente 25 años del pontificado de Juan Pablo II, el de mas larga duración después de Pío IX y de León XIII. Lo importante en estas celebraciones ‑Año del Rosario y Jubileo Papal‑ es tomar viva conciencia de su importancia para la vida cristiana. Nos urge mucho descubrir los grandes valores evangélicos y espirituales que tiene esta maravillosa práctica de piedad mariana.
Es muy grato a la Virgen que la obsequiemos con el rezo diario o frecuente del Santo Rosario. Así lo hizo ver en las Apariciones de Lourdes y de Fátima. Así es muestra en la actualidad si atendemos a Medjugorje, en el corazón de Herzegovina, pequeño pueblo croata situado al pie de dos colinas de la antigua Yugoslavia. La Virgen nos invita a rezar bien el Rosario, a meditarlo y vivirlo, convirtiéndolo en oración evangélica contemplativa. Si perseveramos en su rezo meditativo, acertaremos a ser testigos fieles del Evangelio.
ANDRÉS MOLINA PRIETO
De la Sociedad Mariológica Española