Carta del Obispo con motivo del Año del Rosario
EL SANTO ROSARIO
La piedad mariana, como toda piedad popular, ha de manifestarse en aplicaciones concretas, en actos devocionales. Entre ellos el Rosario ha destacado como «una oración apreciada por numerosos santos y fomentada por el Magisterio» (RVM. 1). De hecho, la composición de esta práctica de piedad mariana nos lleva a contemplar con María el rostro de Cristo (cf. RVM. 3). Ella, la Madre del Amor hermoso, será para los cristianos… la estrella que guía con seguridad sus pasos al encuentro del Señor (cf. TMA. 59).
El Papa Juan Pablo II, que aprecia el rosario como su acto preferido de piedad mariana estima que «una oración tan fácil y, al mismo tiempo tan rica, merece de veras ser recuperada por la Comunidad cristiana». Y nos exhorta a que asumamos este empeño «sobre todo en este año» (RVM. 43).
EL ROSARIO, UNA BELLA ORACIÓN POR LA PAZ
El Rosario, nos lleva a la contemplación de los Misterios del Señor manifestados en su vida terrena, y nos invita a mirar a Cristo de la mano de María, invocando al mismo tiempo su maternal protección sobre nosotros. Por ello «es una presentación orante y contemplativa que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo» (RVM. 17). En consecuencia, el Rosario, es una plegaria que nos conduce, de un modo privilegiado, a descubrir y vivir las actitudes profundas que nos unen al Corazón de Cristo. Desde esa sintonía con el Señor, nuestro ánimo apostólico nos lleva a ser constructores de la civilización del amor, por tanto, constructores de la Paz. La paz evangélica tiene su motivación y fundamento en la Verdad, la justicia y el respeto que merecen las personas por su dignidad original y permanente como imagen y semejanza de Dios desde el primer instante de su concepción. El Papa nos urge a ello advirtiéndonos de que «hoy estamos ante nuevos desafíos». Desde la conciencia de lo que ello significa, el Papa nos lanza una pregunta que es una verdadera interpelación: «¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del Rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador» (RVM. 17).
La oración del Santo Rosario, dirigida a la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre e intercesora nuestra, no sólo nos invita a considerar y a imitar el amor de Dios manifestado en Jesucristo, sino que nos ayuda a ello. No en vano la Santísima Virgen es la medianera de todas las gracias. La Santísima Virgen, al escuchar nuestras plegarias, va dejando oír en el alma de quienes rezan el santo Rosario aquellas palabras libres de todo equívoco y definitivas en el proceso evangelizador y en el camino de la santidad: «Haced lo que Jesús os diga» (In 2, 5).
No hay mejor modo de hacer lo que Jesús nos dice y nos pide que contemplar cuanto Él mismo ha sido capaz de hacer por nosotros. Esa contemplación de la vida de Cristo, como gesta de salvación para nosotros y como lección de fidelidad a Dios para quienes buscan el Reino de los cielos, es precisamente lo que nos ofrece el Santo Rosario en los cuatro bloques de misterios gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos. Estos últimos han sido añadidos por el Papa como un valioso enriquecimiento nacido del profundo espíritu contemplativo, cristológico y mariano de Juan Pablo II. Con ello, podremos ir habituándonos a recorrer mentalmente los momentos principales de la Vida de Jesucristo, Hijo Unigénito del Padre, Dios verdadero de Dios verdadero, hecho hombre para salvarnos. La santísima Virgen María, maestra en la contemplación de los Misterios del Señor nos ayudará a ello si nos entregamos a la práctica asidua del Santo Rosario. «Los recuerdos de Jesús, impresos en su alma, la han acompañado en todo momento llevándole a recorrer con el pensamiento los distintos episodios de su vida junto al Hijo. Han sido aquellos recuerdos los que han constituido, en cierto sentido, el “Rosario” que Ella ha recitado constantemente en los días de su vida terrenal» (RVM. 11).
Extracto de la Carta Pastoral del Obispo de Jaén Mons. D. Santiago García Aracil con Motivo del Año del Rosario